La evolución de la neurotecnología supondrá avances como la creación de nuevos dispositivos capaces de decodificar la información de nuestro cerebro, de amplificar nuestros sentidos, de acceder a nuestra memoria o de modificar nuestros recuerdos. Sin embargo, y a pesar de los posibles usos positivos que podría conllevar en campos como el de la salud, conviene estar preparados para esta realidad que todavía suena a ciencia ficción. ¿Cómo? Protegiendo la privacidad mental a través de la definición y el reconocimiento de los neuroderechos de las personas.

En este sentido, España ha sido el primer país de Europa y en el segundo a nivel mundial en presentar la Carta de Derechos Digitales, en la que se plantea de forma oficial la regulación de los neuroderechos y la necesidad de proteger a los ciudadanos de los riesgos de la neurotecnología y la inteligencia artificial. Con una definición todavía confusa, a través de este concepto se busca regular y evitar la sustracción de datos cerebrales antes de que una tecnología capaz de interactuar con ellos llegue al mercado.

Las infinitas aplicaciones comerciales de la neurotecnología han llevado a grandes empresas a poner en marcha potentes programas de investigación y a crear departamentos específicos centrados este campo. Es el caso de Facebook, Microsoft o Google. También están surgiendo, cada vez, más empresas especializadas en el desarrollo de este tipo de tecnologías capaces de influir en el comportamiento humano, mediante sistemas de inteligencia artificial. De hecho, ya existen soluciones que emplean la estimulación cerebral para aliviar los síntomas en pacientes de párkinson, depresión, etc.

Las nuevas tecnologías permitirán leer todo aquello que se nos pasa por la cabeza, incluso de forma inconsciente, por lo que proteger el concepto de intimidad mental, que ninguna ley protege en este momento, se impone ahora como algo esencial.

¿Cómo se regularán los neuroderechos?

Según los partidarios de esta regulación, ha de haber, al menos, 5 neuroderechos: el derecho a la privacidad mental, el derecho a la identidad personal, el derecho al libre albedrío, el derecho al aumento de la neurocognición y el derecho a la protección de sesgos. De esta forma, se busca que la justicia se adelante al rápido progreso de las tecnologías y, desde la Columbia NeuroRights Initiative, se alude a que se conviertan en “nuevos derechos humanos para las amenazas modernas”.

¿Pueden nuestros cerebros ser víctimas de un ciberataque?

Aunque en el mercado todavía no haya tecnología que “lea” datos mentales, sí que existen dispositivos capaces de hacer un registro de información neuronal delicada, algo que preocupa a los expertos en ciberseguridad. El uso de dispositivos como las prótesis biónicas o las diademas de electroencefalografía pueden poner en riesgo datos médicos y pistas sobre nuestra identidad, ya que se ha demostrado que es posible implantar malware de espionaje en estas interfaces cerebrales. El mental surveillance’ y el brain hacking’ son amenazas reales que se volverán cada vez más comunes en el futuro, aupadas por el auge de los ataques cometidos a hospitales, que, solo en 2019, aumentaron en un 350 %.